
"MONSTER GUNS" LOS CAÑONES DEL MONTE SAN PEDRO Y LAS BATERÍAS COSTERAS
A finales del S XIX, la situación en la que se encontraba España era de absoluta inestabilidad. La invasión napoleónica, el proceso de independencia de las colonias americanas y la sucesión de guerras civiles y pronunciamientos habían conducido a España al final de S XIX a una situación de fuerte deterioro económico, social y militar. Las dimensiones del imperio, la escasez de recursos y la mala planificación política, habían dejado a la armada en una situación precaria. Lo que acabaría por suponer la pérdida del un imperio ultramarino que había mantenido durante 400 años. La armada, muy dañada desde la derrota en Trafalgar 1805, no se habría renovado eficientemente y se mostraba totalmente obsoleta para defender las extensas fronteras coloniales, siendo duramente derrotada tanto en Cuba como en Filipinas.
La situación en costa no era mucho mejor, y las baterías defensivas no estaban en condiciones de hacer frente a posibles ataques de potencias mucho más avanzadas tecnológicamente. Y aunque se hicieron varios intentos por modernizar las viejas defensas del S XVIII. La situación a principios del S XIX no era la deseable. Desde el punto de vista de la artillería, esta estaba totalmente obsoleta a la hora de enfrentarse a los acorazados modernos pre-dreadnought, acorazados con acero fuertemente artillados, con los que contaban países como EEUU, Alemania o Japón.
En este momento la situación geopolítica española era complicada, pues esta debilidad resultaba suculenta para potencias navales como Francia o Italia, que codiciaban la Isla de Menorca, como base natural para el control del Mediterráneo Occidental, fundamental para el control de las rutas hacia las zonas coloniales del Norte de África (Marruecos, Argelia o Libia). Alemania estaba interesada en las Islas Canarias como base para su dominio colonial en África. En ese momento, el papel de Inglaterra fue fundamental, por no ver perjudicada su posición estratégica en Gibraltar ayudó a mantener lejos de nuestras costas a potencias militarmente más avanzadas, a cambio claro, de afianzar sus privilegios en Gibraltar.
Ante esta situación, el Ministerio de la Guerra encargó a principios de S XX, un completo estudio de la situación de las defensas costeras, tanto peninsulares, como en las Islas Canarias y Baleares. El resultado fue concluyente; cualquier flota moderna podría atacar prácticamente cualquier puerto español sin complicaciones. Por ello, desde principios de S XX, se crearon distintos planes para modernizar las defensas costeras, adquiriendo cañones de la factoría alemana Krupp de 190 mm y 240 mm. Y también piezas de producción nacional González-Rueda y Munáiz-Argüelles además de obuses Ordóñez. Pero estos primeros intentos resultaron insuficientes, pues en 1912 no había potencia de fuego costero con alcance superior a los 12 km. Y las revoluciones en los buques Británicos, Alemanes o Americanos, artillados con gran potencia de fuego, obligaba a renovar las defensas costeras.
Así, durante en el año 1926, bajo el directorio militar de Primo de Rivera, se llevó a cabo el conocido como Plan de Artillado del Frente Marítimo, que se centraba en las bases de Ferrol-Coruña, Cartagena y Mahón. La idea de este Plan de Artillado, no era otro que el de proteger las principales bases donde se concentraba la Armada, y hacerlo a través de la instalación de una serie de cañones similares a los que montaban los modernos acorazados suponían una amenaza.
Foto del Plan de Artillado de 1926. Cañón Vikers 38,1 mm
Para ello, los expertos y técnicos militares del momento, escogieron al fabricante británico Vickers, y se adjudico el contrato de compra a la Sociedad Española de Construcción Naval, quien ya había adquirido algunas piezas del fabricante el año 1908. De todas maneras, la adjudicación no fue sencilla y se hubieron de vencer intereses nacionalistas promovidos por el gobierno del momento, quien hubiese preferido un fabricante nacional. Finalmente se adquirieron 18 cañones Vickers 381 mm, con 17 mts de tubo y un alcance de 35 km. Siendo los cañones más grandes que han estado operativos en España hasta su desmantelamiento. Las piezas, fueron fundidas en la factoría de Barrow-in-Furness, Inglaterra.Y tras su verificación y pruebas de tiro, se comenzó su dificultoso transporte hasta los puertos españoles, y se repartieron de la siguiente manera: 4 baterías en la Base de Ferrol-La Coruña, 2 baterías en la Base de Cartagena, y 3 baterías en la Base de Mahón. Cada una de estas baterías costera estaría dotada con 2 cañones Vickers 381 mm.
Las 4 baterías que se instalaron en la conocida como Base Ferrol-Corña, estaban repartidas entre en el monte de San Pedro, Cabo Prior, Cabo Prioriño y Monte Campelo . Y su instalación fue extremadamente costosa, pues las piezas, aun desmontadas, eran extremadamente pesadas. Solo el tubo del cañón pesaba unas 86 toneladas. Además, la fabricación de estos cañones como baterías costeras, supuso un reto también para la factoría británica. Pues en inglaterra nunca se habían usado de este modo, y de hecho no se haría hasta finales de los años 30´ en Singapur y años 40´ en el Canal de la Mancha.
A Galicia fue donde llegaron los primeros cañones para ser artillados. La Ría de Ferrol, por su situación y estrecho canal de entrada ofrece una geográfica idónea para su protección mediante baterías costeras. A pesar de los planes de artillado realizados desde principios de S XX, sus baterías estaban obsoletas y contaba para su defensa con cañones Krupp 260 mm y cañones de 150 mm así como obueses de 240 m, de fabricación nacional, que se mostraban del todo insuficientes para una adecuada defensa. Con la renovación del Plan del 26, se conseguía no solo defender la entrada de la Ría de Ferrol, sino también la de la Coruña y Betanzos. Asegurando de esta manera la importante base naval en el NO peninsular.
Los primeros cañones en llegar, lo hicieron en 1929 al puerto de Ferrol, en enero los destinados a Campelo, en Abril los de Cabo Prior y en Agosto los que irían a Cabo Prioriño. Para su traslado sería necesario un gran esfuerzo, que comenzaría por la necesidad de dragar el puerto de Ferrol, abrir un hueco en las murallas del Arsenal y afirmar bien el terreno.
Las piezas más ligeras se trasladaron en camiones el lugar del emplazamiento de las baterías para su montaje. Las piezas más pesadas serían trasportadas en una especie de camión-locomotora “Haveling Porter”, que transportaron piezas de hasta 23 toneladas, lo que supuso todo un reto debido a las características del firme e del inclinado relieve. Para el traslado de los tubos, de hasta 86 toneladas, sería necesario la creación de unas vías móviles y el uso de vagonetas para su trasladado. Y en su montaje se usaron grúas de 100 toneladas, que eran montadas en cada pozo y desmontadas para su traslado al siguiente. Toda una "obra faraónica" que supondría un elevado coste, 52.000 pesetas por base y 136 largas jornadas de trabajo, en las que nunca se sobrepasó la distancia de los 400 mts diarios.
Al puerto de La Coruña llegarían los cañones en Agosto de 1929, y los problemas en su traslado fueron similares. Para salvar la complicada orografía desde el puerto hasta el Monte San Pedro, se construiría un sistema de raíles móviles, con el que el avance medio fue de algo meno de 200 mts diarios. Aunque desde la casa Vickers insistían en que era más adecuado el uso del ferrocarril, solución que se deshechó por su elevado coste. Y al igual que en el caso anterior, fue necesario el uso de pesadas grúas durante su montaje.
Estas baterías de 381 mm ocuparon las posiciones más elevadas en las nuevas defensas costeras, de esta forma se garantizaba un tiro despejado. Estas serían acompañadas de de una serie de baterías secundarias, a menor altura, donde se instalaron cañones de 152 mm. Estos podía realizar 4 disparos por minuto y su función era de la perseguir cruceros y destructores. Ante el avance de la aviación desde principios del S XX, se instalaron junto a estas defensas costeras, una serie de baterías antiaéreas, con cañones semiautomáticos que podían realizar hasta 20 disparos por minuto. Pronto quedarían obsoletas, y se dispusieron con la finalidad repeler un posible ataque con lanchas rápidas. Para el cálculo de tiro se instalaron estaciones telemétricas, una mesa calculadora que obtenía los datos del objetivo y una mesa trazadora, en la que se representan las trayectorias del disparo. Gran parte de este material se ha conservado y ha sido trasladado al Museo Militar de A Coruña.
Su bautizo de fuego tuvo lugar en el año 1933, y desde entonces realizaron un total de 19 disparos. Nunca en un contexto bélico. En la caso de los cañones de San Pedro, el estruendo que provocaban al disparar, se escuchaba en toda la ciudad y llegó incluso a provocar la rotura de algunos cristales en los edificios próximos. A pesar que nunca fueron usados en batalla, su capacidad intimidatoria jugó un papel fundamental durante la Segunda Guerra Mundial.
La España de Franco, a pesar de su neutralidad, mantuvo un comercio estratégico con las potencias del eje. Entre otras materias primas, el Wolframio era un producto estratégico para la fabricación de proyectiles y corazas de los blindados de la Panzertruppe. Este material se cargaba en los puertos gallegos y se trasladaba hacia los puertos alemanes. La presencia intimidatoria de los cañones, ofrecía cierta seguridad a los mercantes alemanes, escoltados por submarinos U-Boot. Del mismo modo, las bases navales gallegas fueron con frecuencia usadas por los barcos de Kriegsmarine para realizar reparaciones y recibir suministros. Y lo hacían bajo la seguridad que ofrecían estas defensas costeras.
Cargadero de Wolframio Ría de Vigo
En 1941 las baterías de Campelo serían desmontadas para su traslado a Cadiz, y cegados los pozos con escombros. En Prior serían desmanteladas en 1991 y convertidas en chatarra, aunque todavía son visibles los pozos y parte de las instalaciones. Y poco después se desmantelarían también las instalaciones de Cabo Prioriño. Las de Monte San Pedro son las únicas que se conservan, y con la cesión de terrenos al ayuntamiento en 1995, se ha creado una zona con jardines, que ofrece no solo unas vistas inmejorables de la ciudad, sino también la posibilidad de disfrutar de estas magníficas piezas históricas
Pedro Rey-Alvite
Doira Servicios Turísticos
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Bibliografía:
-LOS CAÑONES GIGANTES DEL PLAN DE 1926: USOS PARA LA PAZ EN EL SIGLO XXI.------------------- Pablo Schnell Quiertant
-Adiós a la batería costera de Lobateiras--- Revista de defensa Nº 215, José María Manrique
-Los Cañones de La Coruña -------VAZQUEZ GARCÍA, J. y MOLINA FRANCO, L.
-Ciclo de Conferencias Guerra y Paz- Las defensas costeras de Galicia. José Ramírez Navas-Cruzado